"Mamá/papá, voy a ser voluntario en un centro psiquiátrico" / "Mamá/papá voy a ser voluntario con invidentes". Un abismo separa la reacción no solo de unos padres protectores que creen hacer lo mejor para sus hijos, sino también la reacción de toda una sociedad ante estos dos casos. Una sociedad que es una gran desconocedora de la verdadera realidad que rodea la enfermedad mental.
Soledad, marginación, incomprensión, vacío, tristeza, desmotivación y miedo son algunas de las palabras que describen el día a día de una persona con enfermedad mental. Todos somos responsables de esa falta de comunicación, comprensión y cariño que reciben estas personas, estigmatizadas y prejuzgadas por la desinformación que existe.
Desde la fundación queremos animaros a colaborar como voluntarios, para que llegue ese momento en el que la persona con enfermedad mental sea ayudada por otra persona de igual a igual, individuo a individuo, sin miedos ni barreras.